Aunque amanezca
nuboso, aunque
la noche haya regalado lluvia limpiadora y refrescante a estas tierras, el
tiempo invita al disfrute del aire libre, a la contemplación de cuanto nos
rodea, a levantar la cabeza de la pantalla del ordenador, a acumular más tiempo
con los ojos y los oídos y el resto de sentidos puestos en lo que nos rodea, dejándonos abrazar por ello, sumergiéndose en sus aguas.
No es verano aún, pero uno
siente que sus heraldos están cerca, se aproximan con sus nuevas propuestas para
rellenar las horas de los días con otras cosas. Igual que las perchas de los
armarios nos ofrecen ya prendas bien distintas de las que tenían hace unas
semanas, así los días, así la luz, así la temperatura.
A veces uno intenta hacer
todo, poder con todo, pero conviene asumir que uno no se puede vestir (al mismo
tiempo, el mismo día) con una camisa de manga corta y con un abrigo de paño
grueso.
El tiempo, pues, como las
mangas de las camisas o el grosor de las telas, pide que adelgacemos y
acortemos algunas actividades, para que el sol del cielo, de las personas y de las
cosas dé fuerzas y color a nuestras vidas.